martes, 15 de mayo de 2012

Es el segundo día que no pude ir. Ni bien entré a mi departamento dejé todo lo que cargaba, me desnudé y dentro de la ducha lloré. Lloré todo lo que mi termotanque daba. Nadie quiere un ataque cardíaco en un colectivo roñoso atiborrado de desconocidos con fragancia a cola de otoño, yo no soy la excepción. El médico vino alrededor de las 15 hs. Era un freezer que zarandeaba un nido blanco en la pera. Por un momento imaginé que en vez del estetoscopio traía regalos. Traté, pero no pude evitar deshacerme de la idea de un árbol genealógico encabezado por Papá Noel.
- Cuénteme, ¿qué le pasó?
Creo que tuve un  infarto.
Me miró con la cara torcida. Con ese comentario, por mí, sus siete años de estudio se podían ir bien por la tangente, por eso me respondió lo siguiente:
 - Ajá, ¿y qué más?
Tomé su cara de pocos amigos como una invitación a callarme y evité por el día sentirme más estúpida. Me revisó lo que creyó pertinente. 
 -¿Usted fuma?
- Sí
 -¿Cuánto fuma?
 - Depende el día.
 -¿Cuánto fuma?
 - Un paquete y medio por día.
- No le digo que no fume, pero evítelo. Evite también el café,   
   cafiaspirinas, bebidas energizantes. Nada de ansiolíticos.
Pensé que ahí terminaba todo, pero agregó algo que no quería escuchar:
 - Es mejor que consulte a un psiquiatra, lo suyo es emocional.
Cerró su maletín dando la consulta por terminada. Entendí que hacer otro tipo de pregunta estaba de más. Así que, dejó unos papeles y se fue. Calculé dos minutos antes de habilitar el portero. Me preparé un cortado, encendí un cigarrillo y me acomodé para pensar qué dijo cuando se refirió a “lo suyo es emocional”. Se me cruzaron mil imágenes que pensé analizar en otro momento. Llamé nuevamente al trabajo y hablé con Joaquín, el responsable del diseño en la productora y le dije que tenía extensión para dos días. Llamé a mi amiga Laura que apenas atendió, me inundó de noticias. Cuando colgué, me había olvidado para qué la necesitaba, así que la volví a llamar y brevemente le expliqué obstinadamente mi pre infarto. Quedamos en que mañana me lleva en auto a consultar con el “doctor de lo emocional”.