sábado, 19 de mayo de 2012

Ayer por la noche vinieron Laura y Maxi. Para mí tranquilidad, pasaron por el supermercado y  me llenaron las alacenas con comida y la mesita de luz con cigarrillos. Noté a los dos muy preocupados, tanto, que se las dieron de Gato Dumas y me atiborraron de platos. Tomamos dos botellas de vino y terminamos en el piso haciendo un balance cruzado de cómo estamos encarando la vida antes de llegar a los 30. Mi vida la interpretó Maxi comparándose con un helecho. 
Fue gracioso, pero me dolió. Franco no podía encender el horno para calentar la comida así que, Laura, tuvo que irse más temprano. Maxi se quedó a dormir. Es una cosa habitual; antes de ser mi mejor amigo fue mi novio y después de novios nos dimos cuenta de que lo hicimos para no estar solos. No tenemos nada en común, pero no hay persona en la que confíe más que él, aparte de Laura. Poniéndonos los pijamas, arruinó todo:
- Encerrándote en tu casa no vas a solucionar nada, ¿lo sabés, no?
Hay veces que me olvido que es hombre y le brota esa insensibilidad de 
los genitales.                
- Estoy trabajando en eso. Ya lo voy a ir resolviendo.
-¿Cuál es el plan?
- Estoy viendo. Tengo un mes para solucionarlo.
- Mirá Fer, por lo que vi, estás trabajando mucho todos los días, pero en  
  extirparte hasta el último pelo de las axilas y cuidar de no saltearte las
  Titas de las seis comidas. Ni siquiera salís al balcón. Es un cementerio 
  de mierda y de bolsas de basura, tu perro camina por ahí. Vas a cumplir 
  27 años y estas hecha  una pelotuda. Martín se fue, no va a volver. Tu 
  abuela estaría muy triste viéndote así.
Cuando mencionó lo de mi abuela, de repente, me afloraron unos mocos que no pude contener.
- ¡Sos un pelotudo!
- Vos sos la pelotuda.
Y me desaté.
- No, vos. Vos también tenés quilombos y yo no te pongo bombas donde 
  te duele. Si no te gusta tu trabajo salí a buscarlo. Te vas a quedar toda 
  toda tu vida en una librería de mierda, con un sueldo de mierda,  
  pidiéndole a tu viejo préstamos para el alquiler de mierda. Vos   
  también podrías hacer lo que quisieras, ¿ves?, sos un pelotudo.
- No, por lo que decís soy una mierda.
Me di vuelta y apagué la luz. Cada uno durmió bien lejos del otro, como un matrimonio que manifiesta abiertamente no tolerarse. Estuve mucho tiempo mirando la pared. Ninguno estaba equivocado.