lunes, 30 de julio de 2012



Tendría que haber bajado para hacer el ejercicio nuevo que me dio Clara, pero siento que por más que cumpla con todas las tareas del manual de ayuda al agorafóbico voy a seguir igual. Hoy, en vez de salir, preferí quedarme encerrada en el ciberespacio para hablar con Nicolás. Nuestra última conversación fue el viernes a la noche, así que estaba al tanto de los festejos. Me preguntó cómo me había ido. Sin tapujos le relaté hasta el último detalle. Me dio algunos consejos, y para hacerme sentir mejor me recordó que lo que me pasó fue totalmente normal. Él también está tratando de recuperarse y una vez por mes, como si fuera una cita programada, suele tener una recaída fuerte. Pero a diferencia de mí, Nicolás, sigue un estricto tratamiento que tiene que alternar diaramente con medicación. No me lo dijo tan abiertamente, pero por lo que escribió pude entender que todos los días tiene que escarbar dentro un pastillero cilíndrico, como un sexagenario, para  hacerse de un puñadito de píldoras multicolores. 
Como la conversación se estaba volviendo bastante opaca, preferimos cambiar a otros tópicos más felices, y me comentó dos chismes que estaban corriendo detrás de las bambalinas de nuestro foro. El primer chisme tiene que ver con Margarita, la señora de misiones. Desde su repentina desaparición los malos teclados escriben que se la sospecha de andar en una extraña "onda verde". Parece que Margarita le confió a un integrante del foro que su agorafobia era cierta, pero lo que no era totalmente cierto era su afición por la agricultura, y que en su huerta tiene sepultados unos negocios un poco más turbios: una extensa plantación de cannabis. Por eso, la mayoría argumenta que su ausencia, en verdad, tiene que ver con una posible detención. 
Por otra parte, parece que los chicos de Misiones, Sebastián y Lucía, están pasando por una fuerte crisis en su relación. Dicen que Sebastián no la soporta más (por los comentarios que hace es media reventada), y tiene decidido abandonar el monoambiente que ambos comparten. El problema es que, para hacer abandono de hogar, primero tiene que cruzar la puerta. Después de hablar sobre el resto de los participantes, Nicolás, me hizo una propuesta indecente: me mandó una invitación para vernos por cámara web. También me pidió que conectara la mía. No sé si lo que me hizo rechazar la oferta fue ver reflejados, en la ventana del balcón, mis pelos revolucionados sin planchita, o darme cuenta que estaba vestida con mi remera blanca con la cara sombreada de Humphrey Bogart. Pero evité todo tipo de contacto; le dije que mi amiga Laura había llegado de la panadería con una bandeja de profiteroles.