viernes, 15 de junio de 2012

El próximo lunes debería reincorporarme al trabajo pero aunque así lo quisiera, con lo del martes, me demostré que todavía no estoy en condiciones. Por eso me armé de paciencia, imaginé ser una plancha de pasto y llamé a la productora para dejarme pisotear. 
Hablé con Joaquín, el jefe de diseño, que me atendió de mala gana y me dijo que en cuanto se desocupara iba a devolver la llamada. Esperé toda la mañana y todo el mediodía, pero jamás se acordó. Por eso volví a molestarlo de nuevo. Cuando me atendió me dejó vagando en el limbo de la línea. Para hacerme más llevadera la espera, la musicalizó con unos villancicos subliminales. Antes de que la melodía infernal me despertara convulsiones preferí llamarlo a su celular:
 - Escuchame Joaquín, yo sé que no estás ocupado. No tengo problema
    en esperar pero si solamente vas a perpetuarme en el teléfono para
    escuchar estos jingles navideños, decímelo. Sí, estoy en mi casa, 
    pero eso no significa que esté cambiando los canales del televisor
    con un practi  palo desde la cama. Estoy haciendo terapia para salir     
    otra vez, por mí y por mis obligaciones. Sos mi jefe te respeto, y 
    como te respeto también me debes algo de respeto a mí. Te estoy
    tratando de pedir algo que realmente necesito. Necesito extender la
    licencia. Vos por obligación me tenés que escuchar. Soy tu empleada;
    una muy buena empleada que está pasando por un mal momento, y
    que en su mal momento igualmente sigue mandándote  el trabajo
    desde casa. Por otra parte yo no creo que exista ningún contrato de
    trabajo que ampare semejante explotación. Recordá que para tu mala 
    suerte estoy en blanco.
-  No son jingles, es Verdi. Fernanda, si estás de acuerdo no se te
    envía nada más.  Sí, sos una muy buena empleada. Quiero que 
    te mejores y vuelvas pronto.  

Hoy, Clara, vino un poco más tarde. La sumatoria de hechos, hizo que mi malhumor traspasara los límites de lo soportable. Veía todo gris, inclusive los dos palillos gigantes, decorados con plumas, que le atravesaban la mini-bola de pelos. Lo que de ninguna manera pude ver gris, fueron precisamente las plumas: me perforaban la vista; tenían los colores característicos de un pavo real. Vista de frente parecía que escondía un plumífero entre la maraña. Clara, instantáneamente, notó que algo me pasaba. Le detallé lo sucedido con Martín, la charla reciente que había tenido con Joaquín, y también terminé descargándome con ella:
 - Clara, disculpame que no pueda separar las aguas pero siento que 
    no estamos avanzando. Ya pasó un mes y yo sigo acá encerrada.
    Me parece que esto no está funcionando.
 - ¿A qué te referís con "esto"?
 - A las conversaciones, a la terapia. Yo quiero ir a trabajar, salir con 
    mis amigos, ir al supermercado, sacar a pasear a Capitán... 
 - Fernanda, lo que te pasa a vos se remonta a meses. Quizás hasta 
    años. Recién estamos en la cuarta sesión. Vos tenés una fobia, no
    un mal corte de pelo o una uña encarnada. Recuperarse de una fobia
    tiene su proceso. Necesito que te tengas paciencia y me la tengas a 
    mí. La próxima semana vamos a empezar con los ejercicios y te
    necesito entera.