miércoles, 6 de junio de 2012

Si antes vivía fastidiada, cuidado, ahora soy una asesina en serie. 
Capitán se está cobrando de la manera más perruna toda la antipatía que guardo por tenerlo. Mientras yo represento a Hansel y Gretel, Capitán es la bruja que intercepta las migajas de pan del camino. 
Desde que Martín no vive más acá, soy consciente de que el pobre animal últimamente está un poco desamparado. Sólo cuido que tenga al alcance de las patas su alimento y también a “El Coco Chillón”, el juguete deforme que me asegura a futuro una fractura expuesta, porque no hay un solo día en el que me levante y no lo pise. 
Martín jamás fue muy generoso con los regalos pero por ese mamotreto desembolsó más de $70. Yo creo que Capitán es la reencarnación de Maquiavelo y en esta vida, descubrió un nuevo plan para sacarme de las casillas: secuestra los objetos que voy dejando por los ambientes y se pasea desafiante delante de mí, para enseñarme los rehenes presos en sus dientes. 
Ahora no sólo estoy turuleka y lloro por un tarado; a mi trabajo part-time se le agregó la  “mancha perro”, actividad que consiste en dar vueltitas alrededor de una mesa ratona para rescatar el botín que esconde el perro ratero.