martes, 10 de julio de 2012



Martín me acaba de llamar. Viene mañana a la noche, después de “nuestros trabajos”, con un vino y una película.  Se ofreció a pasarme a buscar por la productora, pero me negué. Tengo pánico de que no me haga caso. Me estoy arrepintiendo de todo.


Todo me pareció muy raro. Me había preparado mentalmente desde muy temprano. El viernes tengo intenciones de sorprender a Clara, y mostrarle mi arrepentimiento, completando los ejercicios que vengo postergando. Entonces, al mediodía, bajé muy bien predispuesta los nueve pisos por escalera. Pero, atravesando el pasillo, encontré que en la puerta de entrada del lado de afuera, estaba Olga sosteniéndole el escobillón a Florindo, y a su vez encontré que Florindo le estaba cargando las bolsas a Olga. A todo esto Olga se meneaba por la risa, como un Puching Ball borracho, mientras que Florindo abría y cerraba la boca exageradamente, como un Pacman después de una sobredosis de fantasmas. No pude ver nada más, porque abrieron la puerta de entrada y yo, nerviosa, subí disparada por la escalera. Luego de diez minutos tocó la puerta, la saludé y no le dije nada. Pero sé que algo anda mal: desde el baño podía escuchar que, mientras acomodaba en el freezer lo que había traído, entonaba empalagosamente “No sé tú”.