viernes, 1 de junio de 2012


Clara vino puntualmente a las 16 hs. Tenía el pelo recogido con el cadáver de lo que en algún momento intentó ser una trenza, de la que se deshilachaban unos rulos largos e inertes, que fácilmente podían ser empleados para amordazar a un matambre. Si no supiera que es mi terapeuta la hubiera confundido con una repartidora de empanadas jujeñas a domicilio, porque estaba cubierta por una especie de poncho que cooperaba para darle cierto parecido a la encarnación de Mercedes Sosa. Le ofrecí café y cuando me senté, llegué a la conclusión de que la cara despejada le hacía más evidente el combate existente entre sus dos paletas. Después de unos minutos de silencio, indagó:
 -¿Qué pensás Fernanda?
No le iba a contar la semejanza existente entre sus dientes y unos Chiclets de menta apolillados, así que le comenté lo primero que se me ocurrió:
 - Soñé que era un caballo. Inclusive, tenía una cola que se movía 
    ajustándose a mis emociones. Recuerdo que estaba sedienta y 
    que galopaba por un pueblo tétrico en busca de algo. Cuando llegué
    a una parte más despoblada encontré una especie de calesita 
    del terror. Era una calesita anti estética: a algunos de los caballitos 
    les faltaban las patas, a otros los ojos y algunos parecían Bambis  
    desnutridos...
 -  ... 
 - Yo solamente movía la cola y miraba como giraban, pero a la vez,
    sentía una especie de envidia. Quería ser como ellos,  no quería
    ser un caballo real.
 - Perdón Fernanda, ¿no te recuerda a otra historia similar? Pinocho, por 
    ejemplo.
 - Pero Pinocho era un pedazo de madera balsa que anhelaba ser un
    nene real, lo mío es al revés...¿significa que me estoy viendo como 
    un objeto inanimado?
 -¿Vos te sentís como un objeto inanimado?
 -  ...
Haciendo a un lado el tema bucal, creo que es una muy buena profesional. Me dijo que pronto vamos a empezar con la ejercitación.