jueves, 12 de julio de 2012


Cuando ayer, a las 19 hs, me sonó el celular pensé que iba a entrar en estado de coma. Mientras presionaba el botón verde para atender, le rogué hasta a Santa Gilda que Martín no me estuviese esperando fuera del trabajo. Pero solamente llamó para avisarme que estaba estancado en un rodaje y que tenía para dos horas más. La segunda preocupación que se me presentó fue la comida. Menos mal que tenía dos cajas de ravioles de ricota con jamón que Olga había comprado y congelado antes de ayer. Quería darle una bienvenida cálida, pero a su vez no quería dármelas de Choly Berreteaga, y desplegarme en la cocina con tres mil cuencos a medio usar. Tampoco exageré con la apariencia. Aunque combiné hasta el talón de la media, estaba casual, como si hubiese tenido un día de trabajo normal. No estaba segura con qué intención, pero tengo que confesar que me depilé intensivamente; inclusive dejé visibles los dedos gordos del pie. Martín llegó una hora y media después, con un vino, dos rosas rojas (bastante pobre) y una película. Ya la habíamos visto juntos; así que supuse que él también tenía intenciones contradictorias: no quería estar atento del todo al televisor...
Comimos, hablamos y nos reímos. Pusimos la película y nos acurrucamos en el sillón. A los treinta minutos, mientras Ethan Hawke y Julie Delpy recorrían las calles de París, sorprendí a Martín mirándome fijamente. Como me estaba poniendo nerviosa, yo lo evadía alternando la mirada entre sus ojos de Pepelepu y los subtítulos color amarillo huevo.  Hasta que me dio un beso. Yo se lo devolví. Y la cadena de seducción se extendió un largo rato más. Nos habíamos perdido tres cuartos de la película,  cuando se me ocurrió preguntarle:
 - ¿Y tu novia, FLA?
Lo descoloqué. Se enderezó de un tirón. Me corrió cariñosamente un mechón tras la oreja e intentó convencerme:
 - No estamos más. La dejé.
Su timbre de voz se había vuelto dos tonos más agudo. Dudé. Martín estaba mintiendo otra vez, y las líneas que hacía un mes había intercambiado con FLA, explotaron y se desparramaron en mi cerebro. No podía decirle que había hablado con ella. Tampoco podía saber que yo sabía de su pequeño romance en Playa del Carmen. Tomé un poco de distancia, miré la pantalla y volví a preguntar:
 -¿Y hace cuánto se separaron?
Durante cinco minutos se rió como un estúpido, hipnotizado por los créditos de la película. Finalmente su pequeña cabeza de ameba encontró la respuesta incorrecta y mi alarma de danger se activó, disparando luces intermitentes rojas:
 - Antes de irme a México. ¿Te acordás?
Martín estaba decidido a pasar la noche en mi casa. Pero después de la segunda mentira, evité todo tipo de contacto: tenía el cuerpo envuelto con un manto de alambres con púas, y si se sobrepasaba, estaba dispuesta a aumentarle a cada uno de sus poros unos cuantos centímetros más de profundidad. 
Me excusé; le dije que se había hecho muy tarde y que tenía que levantarme temprano. Quedamos en vernos en estos días. Nos besamos y se fue.

DÍA 6. NOTAS PARA CLARA.
No me crucé con nadie y pude hacer los ejercicios correctamente. Pero resistí menos que ayer, y los síntomas fueron iguales. Aunque detesté al "Sin Cara", soporté más tiempo con él. De todas maneras, mañana Clara va a estar muy orgullosa de mí.