martes, 22 de mayo de 2012

Querido blog...
No recuerdo exactamente cómo fue la conversación con René. René fue, hasta más o menos dos años, mi terapeuta. Se jubiló anticipadamente y se fue a vivir una vida más relajada con su novio a Mar del Plata. En la tercera o cuarta sesión él me habló de experimentar con la escritura.
- Fernanda, en pocos casos suelo interferir y hacer recomendaciones.
   Para vos comunicarte es un trabajo. Te voy a sugerir lo siguiente:
   escribí aquello que te obligás a callar. Vas a empezar a familiarizarte
   con tus emociones.
- René, ¿me estás recomendando jugar a un “querido diario”?
- Es correcto si querés interpretarlo así.
- Sí, pero hay algo incorrecto, yo no soy de onda Ana Franz. Tengo 24     
  años y ya me crecen pelos ahí abajo.
- Frank
-  ...
No sé por qué dije Franz. René no me respondió y continuamos como decía él: “trabajando”. Un tiempo después, llegué más temprano al consultorio y me detuve en la placa de la puerta. Por primera vez razoné su apellido. René era judío. No fue para tanto pero sé que se ofendió. A partir de ahí el tema diario quedo en la nada.