viernes, 27 de julio de 2012


Casi me descubre. Estoy segura de que el que le llevó el fuentón espantoso con el angelito pedorro fue el reventado de Florindo. Con esta actitud de cadete vengativo se debe haber cobrado el comentario mala onda que le hice el viernes pasado, cuando lo descubrí husmeando cerca de mi departamento, registrando los movimientos de Olga. 
Olfateé un aroma espeso apenas VilmaMiriam me dejó pasar.  A diferencia de otros viernes, Miriam, me hizo esperar en el sillón externo a su despacho; me cambió el pocillo de café por un vaso Telgopor rebalsado con agua de la canilla; y en vez de colapsarme con sus conocimientos enciclopédicos, solamente se limitó a intercambiar un "adelante" y un "espera por acá". 
En el living encontré a Clara con la misma actitud. Estaba de espaldas a los sillones, mirando a través del ventanal con las manos dentro de los bolsillos de su jardinero de jean. Le faltaban tres chanchitos, un sombrero de paja y una rama entre los dientes; vista de atrás parecía una campesina agobiada por la vista de la enorme ciudad. Hasta que me di cuenta de que, en el silencioso ambiente, sobresalía un ruido familiarmente molesto. Con un solo movimiento, Clara, dio una vuelta teatral y se acercó para desintegrarme con la mirada. Seguido, meneó la cabeza hacia la mesita redonda ubicada a su izquierda. Y la vi. Era la misma fuente con el mismo angelito vomitón que, el viernes pasado, me había regalado a mí. Me quería arrancar la cabeza, revolearla y hacerla chapotear a modo de "sapito" sobre el agua del cuenco amorfo. En un segundo se me atravesaron un sinfín de pensamientos: que la fuente tenía el mismo diseño espantoso que la que me había dado a mí; que quizás estaba viendo una "réplica"; o que tal vez había resucitado: el viernes pasado, antes de entrar al departamento,  se me había ocurrido dejar el pedazo de yeso acuoso en el cuartito de la basura de mi piso; y sospechaba que Florindo me había visto. Por eso no dudé en levantarme  del sillón y gritar con una profunda emoción:
 - ¡Mi fuente!, ¡la encontraste!
Fue todo tan espontáneo que en ningún momento pude darme cuenta de que estaba apretujando muy emotivamente las dos alas del angelito. Hasta que las solté y vi las marcas en mis manos. Clara me había creído. Mirándola de reojo, pude comprobar que las facciones acalambradas de su cara se le iban relajando lentamente. Y tuve que seguir mi acting hasta el final. Le expliqué que hubo un malentendido con las cajas de Maxi, al momento de hacer la limpieza general; por error habíamos despachado cosas mías. Y le dije que nos dimos cuenta tarde, cuando la fuente ya había desaparecido del depósito. 
Aparentemente Clara es muy querida por los vecinos. Todos tienen en sus casas algún tipo de manualidad hecha por "sus propias manos". Por eso "alguien" (fue el pez globo de Florindo), que la encontró, reconoció su toque personal y se la devolvió.
Durante la sesión hablamos de las novedades familiares y de los ejercicios. Como le conté que en esta semana no había tenido grandes problemas, apostó a una dosis más fuerte... También apostó a que no iba  a volver a perder la fuente. Me la regaló por segunda vez.