miércoles, 27 de junio de 2012

Hace un rato mi hermana me envió un e-mail con un listado de foros y de páginas que abordan la problemática de las fobias; incluyendo la agorafobia.
Después de dudar un buen rato, me terminé registrando en una página argentina. Además de encontrar información, experiencias y comentarios, también me obsesioné con cuatro participantes del sitio: la primera es una mujer grande que vive en Misiones y que, ya hace ocho años, se encuentra amotinada en su casa. Parece ser que, hasta el momento, la única solución que encontró para su enfermedad fue comprarse una vaca y montarse una huerta en el jardín trasero. Igual, por las imágenes que subió a la página, me dio la impresión de que debe ser una señora feliz: en la foto de perfil, se la ve recolectando unos tomatitos Cherry, y cargando una canastita de mimbre bien paqueta. 
Los otros dos que me interesaron, son pareja: una chica y un chico (tendrán treinta años), que viven juntos en un monoambiente ubicado en Miramar. Por lo que pude entender, a través de sus comentarios y de sus fotos en común, es que además de compartir la misma caja de zapatos, también comparten el mismo trastorno y al mismo dalmata confinado. 
Y el cuarto es divino: es un chico precioso que se llama Nicolás, que tiene 28 años y es de Virgo. Me parece que es profesor de historia. 
Hace dos días, la señora de Misiones, le dio la bienvenida al foro y él le contestó que "se sentía muy identificado con todo el grupo y que estaba muy agradecido". ¡Me muero!, por un chico así, ahora mismo me arrastraría sobre las rodillas hasta llegar al Aconcagua.

DÍA 3. NOTAS PARA CLARA.
Esperé hasta las doce del mediodía porque sabía que iba a encontrar el hall despejado. Pero cuando llegó la hora del almuerzo, preferí  posponer el ejercicio hasta la hora de la siesta. Y cuando llegó la hora de la siesta decidí pasarlo a la hora de la cena. Pero ahora no puedo. Estoy acá, espiando al chico del foro. Sí o sí mañana salgo.