domingo, 5 de agosto de 2012


¿Por qué no puedo tener una pizca de paz? Es increíble como una simple tarea se puede volver un calvario de un día para el otro.
 A Maxi lo detesto por invasor, y al ''Sin Cara'' del  ''B'' lo odio porque sí. Juro que le hubiera desfigurado la sonrisa sexy a bolsazos.  
Ayer, Maxi, salió a festejar su última noche como desocupado. Hoy se despertó temprano, y pude notar que, aunque apestaba a vino rancio y a malta concentrada, no había llegado al extremo de la palangana. Se despertó al mediodía con la idea de organizar una última cena para los tres mosquitos (si bien los horarios del bar son rotativos, la mayor parte de los días de la semana va a trabajar de noche). No me dejó interferir en nada y me obligó a encerrarme en mi habitación. Cuando me liberó, me mostró que había hecho su trabajo a fondo; limpió las pelusas pegadas en las patas de la sillas, las gotas de grasa pegadas en los azulejos de la cocina, y aniquiló a los primeros honguitos que estaban naciendo en la cortina del baño. También cambió algunos adornos de lugar. Se despidió y se fue hasta el supermercado de Independencia y Boedo. Como se había salteado la tarea de la basura, cometí el error de llevarla yo. Ahí fue cuando me lo encontré. Salió de la casa en el mismo momento que apoyaba la mano en el picaporte del compartimiento de la basura. En un abrir y cerrar de ojos, mientras dejaba caer  la bolsa en el cesto, se acercó a dónde estaba parada. Solamente me miraba. Hasta que me cansé y lo prepoteé:
 -¿Qué me miras?
El "Sin Cara" solamente se acomodó un mechón de pelo negro que le caía sobre el ojo derecho y suspiró. Nunca lo había visto tan de cerca. Me da un poco de bronca admitirlo, pero la verdad es que es bastante lindo. Quizás algo flacucho para mí gusto; aunque mirándolo con más detalle pude comprobar que, la campera de cuero y el jeans gris, sustituían de buen agrado  la ausencia de masa corporal, para darle un aire exótico y viril.  No lo esperaba, pero asesinó el minuto de silencio con una risa adolescente, y cuando terminó de desahogarse se hizo el interesante:
 - Así que te gustó...
No tenía idea de que hablaba hasta que volvió el cuerpo en dirección a la puerta de mi casa. Al principio me costó entender que estaba mirando algo en particular. Hasta que pude enfocarlo. Ahí estaba: el felpudo bordó con los tres gatos negros. Sentí que me ponía colorada como un morrón, y que las orejas se me incineraban. Cerré la puerta del depósito con un portazo y me volví al departamento con la cabeza baja, mientras que el ''Sin Cara'' no paraba de reírse de mí.