Realmente nos sentíamos estafadas. El entretenimiento que nos habían
prometido "Los
locos Vargas" se estaba retrasando. Lo único que se escuchó durante
un buen rato fueron los repetidos "pips" provenientes del "Coco Chillón". Pero sucedió; la nena de los
“Locos Vargas” fue desterrada al pasillo: Laura se preparaba para salir cuando, súbitamente, un portazo seco nos
alertó. Instantáneamente nos apiñamos sobre la mirilla para ver a la chica deambular, ida y vuelta, por el pasillo. Cuando pasaron quince
minutos comenzó a tocar incansablemente la puerta y como no le
abrían se largó a llorar. Lo que vimos a continuación fue indignante: desde el
interior de la casa, algún integrante del clan, le hacía llegar por debajo de
la puerta pequeños papeles. Supusimos que algo le debían escribir, porque cada vez que recibía uno el torrente de
lágrimas se acrecentaba más. Afortunadamente, después de una inoportuna discusión en la que debatíamos si intervenir (y socorrerla) o abstenernos (y seguir participando en el Gran
Hermano), escuchamos que "El Sin Cara” del "B" salía de su casa.
Por suerte, se acercó y le tocó la puerta a los Vargas. Inmediatamente, cuando
el abuelo Vargas se decidió a abrir, el resto de las mujeres (la abuela y
la madre de la nena) se amotinaron en la entrada y acusaron al “Sin Cara”
de robarle en repetidas oportunidades el diario del domingo; desde la distancia
nos llegaba el cántico despectivo, que repetían al unisono: "ladrón, vos sos ladrón". "El Sin Cara" lo desmintió y se defendió acusando a los
Vargas de ser “unos ocupas maltrata menores”. Todo terminó
terrible para él, que pasó de no tener cara (nunca lo vi salir) a no
tener nariz; porque ante la ofensa el abuelo Vargas no dudo en propinarle un buen puñetazo. Mientras se recuperaba, Los Vargas, secuestraron a la víctima al interior de la casa.
Realmente lo que pasó me dio mucha culpa; los verdaderos responsables de la desaparición de los diarios fuimos Martín y yo. Capitán siempre traía diarios mordisqueados pero nunca nos preguntamos de dónde los sacaba.
Realmente lo que pasó me dio mucha culpa; los verdaderos responsables de la desaparición de los diarios fuimos Martín y yo. Capitán siempre traía diarios mordisqueados pero nunca nos preguntamos de dónde los sacaba.
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