Todo me pareció muy raro. Me había preparado
mentalmente desde muy temprano. El viernes tengo intenciones de sorprender a
Clara, y mostrarle mi arrepentimiento, completando los ejercicios que vengo
postergando. Entonces, al mediodía, bajé muy bien predispuesta los nueve pisos
por escalera. Pero, atravesando el pasillo, encontré que en la puerta de
entrada del lado de afuera, estaba Olga sosteniéndole el escobillón a
Florindo, y a su vez encontré que Florindo le estaba cargando las bolsas a
Olga. A todo esto Olga se meneaba por la risa, como un Puching Ball borracho,
mientras que Florindo abría y cerraba la boca exageradamente, como un Pacman después de una
sobredosis de fantasmas. No pude ver nada más, porque abrieron la puerta de
entrada y yo, nerviosa, subí disparada por la escalera. Luego de diez minutos
tocó la puerta, la saludé y no le dije nada. Pero sé que algo anda mal: desde
el baño podía escuchar que, mientras acomodaba en el freezer lo que había traído,
entonaba empalagosamente “No sé tú”.
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