sábado, 21 de julio de 2012




Y ahora también tengo un orfanato. Eran las 23 hs y el griterío estaba en su punto más álgido, sin embargo, me parecía que el cancionero todavía iba a durar un largo rato.
Como Maxi había salido a tomar unas cervezas con unos amigos, y yo no estaba dispuesta a dejarme ensordecer ni un segundo más gratuitamente; me fui a recluir a mi habitación. 
El televisor estaba saturado por las líneas verdes fosforescentes del volumen, y ni siquiera el parloteo agudo de Mirtha Legrand en "Esposa último modelo", podían tapar lo que las paredes de cartón dejaban filtrar. La historieta era vieja: la nena de los Locos Vargas del "A", quería salir a festejar el día del amigo, y nuevamente sus familiares se lo estaban impidiendo. No quería ver la parte más triste de la historia: ella iba a terminar refregándose los mocos en el piso que  tenemos en común. Pero un gruñido de Capitán me despertó la curiosidad, y fui hasta la puerta para comprobar si ya había empezado la escena dramática. Todavía no. Se escuchaba la misma vocecita protestona, la misma negación y el mismo llanto; pero todo elevado a la octava potencia. Y ahí fue cuando vi salir al "Sin Cara" del "B", acompañado por una rubia artificial. Los dos se habían acercado hasta la puerta de Los Vargas y se reían juntos. "El Sin Cara" la tomaba por la cintura y le susurraba algo al oído. Esperaron el ascensor, y un minuto después bajaron. Volví a mi guarida un poco indignada; la misma persona que hacía un mes se había dejado golpear por el abuelo Vargas en la cara para defender a la pobre nena, ahora se reía de ella acompañada por un espantapájaros chueco. 
Aunque la película era una comedia, me sedó. De lo que pasó después me enteré cuando me levanté. Maxi estaba durmiendo en el sillón. Ni siquiera me pregunté por qué. Supuse que hasta una pila de diarios era más cómoda que su colchoneta baleada. Preparé el desayuno y cuando se despertó, casi le tiro el café con leche dentro de los bóxers, porque me dijo:
 -¿Se levantó Sofía?                                                                       
Era lo único que faltaba; que además de un menjunje de porquerías, me trajera a dormir a sus descerebradas "preciosuras" de una noche. Evidentemente mi cara mutó a algo horrible, porque enseguida se explicó:
 - La chica de enfrente, Fernanda. Era la una de la madrugada.
    Estaba llorando en el pasillo.
Media hora después, Sofía se levantó y la acompañamos en su desayuno. Me sorprendí. A pesar de que tiene rasgos infantiles y un cuerpo simpáticamente achicharrado, tiene quince años y está en tercer año del colegio. No habló mucho, estaba demasiado avergonzada por el alboroto de ayer a la noche; y los anteriores. Me dio mucha tristeza que siendo tan chica tuviera los ojos  hinchados por un llanto injusto. Terminó de comer y los dos la acompañamos al 9° "A". Maxi esperó a que entrara. Una vez que se alejó, pulió su costado diplomático y le susurró muy amablemente a la madre de la nena que si alguno de nosotros dos volvíamos a encontrar a Sofía en el pasillo, íbamos llamar a la policía. Se escabulló dentro de su casa y sin decir nada nos calló con un portazo. 

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